QUERIDOS EXTRAÑOS

Tengo algo que contarles

Manual de vuelo

Esta semana compré una pluma negra, la que tenía me dio un último grito de auxilio, y es que definitivamente me había dado una docena de escritos en el pasado.

Ocasionalmente escribo en el teléfono, pero debo confesar que no es lo mismo, siento que necesito tinta y papel para contarles a detalle mi locura y perdida de cordura en busca de mi sosiego.

Sosiego que el papel de mi libreta color café, me pide que, por favor, busque también su reemplazo, no porque haya muchos escritos con sentido, sino más bien por tantos espacios de cada línea desperdiciados en cada borrón.

Me equivoco muy seguido al escribir, con más de algunas faltas de ortografía quizás. Ese día en la librería, mientras buscaba entre tantos lapiceros, alguien de mi lado también buscaba una pluma, me llamó la atención que buscaba una pluma con punta fina, yo en cambio buscaba algo más sólido, fuerte, que marcara cada letra, y una tinta que hiciera hincapié en la hoja de papel de aquel árbol que una vez cayó.

“Talvez porque quiero “hacer valer” su sacrificio, o tal vez porque me gusta dejar huellas a donde voy”

Me gusta también reforzar mis palabras cuando siento que fallo, tal vez para tomar mejores decisiones la próxima vez. O tal vez para guardar bien los recuerdos y así escribirlos en hojas de madera, creo que por eso siempre la llevo conmigo.

Ella es pequeña, y así es perfecta, la ahogo con palabras de encanto y desencanto cada vez que puedo, somos ella y yo, viendo un atardecer, tomando un café, a la orilla de mi cama, o en cualquier lugar.

Así como esa libreta, me gusta andar cosas que me recuerden a las personas, y así llevarlas siempre conmigo, y ahora que veo detenidamente la pluma, me doy cuenta en que la marca que lleva le quedó perfecta para el guion de mi vida, honestamente nunca me imaginé poder pilotear un avión que quiera llegar a un destino, que busque mi próxima parada en cada hoja de papel, como si fuera una brújula de objetivos y pasos a seguir.

Porque desde que nacemos, estamos improvisando, y creo que eso en ocasiones hace la vida un poco más divertida, el hecho que no haya reglas sobre cómo vivir a plenitud, te hace tomar valor obligatoriamente, y seguir rumbos desconocidos, que con el paso del tiempo aprenderemos a pilotear.

Se dice que; antes de poder ser piloto de un avión, necesitas un alto grado de responsabilidad, estudio y muchas horas de vuelo, y bueno; hablando metafóricamente, con los errores que cometemos a lo largo de nuestra vida, hacemos demasiadas horas de vuelo, y en ese proceso cuando sentimos que algo no va bien con nosotros, empezamos a descender hacia una corriente de aire más segura.

Tu burbuja puede ser la familia, los amigos, tu pareja, o simplemente contar con vos mismo, lo que sea, siempre habrá momentos en los que comprenderemos que, para disfrutar del vuelo, hay que respirar, y dar lo mejor de nosotros mismos. Porque una vez que tus horas de vuelo sean más aciertos que desaciertos, podrás nivelar las turbulencias, tomarás con seguridad el volante de control, ascenderás hacia cielos más despejados, y sentirás por fin la maravilla de saber lo que realmente significa, ser piloto de tus sueños, de todo eso que pensas solo para vos.

Y cuando venga aquel mal clima, recordá que no navegas solo, tenes la seguridad de tener al mejor copiloto de tu vida.

Solo abróchate el cinturón, y despega hacia ese futuro que soñas, porque no hay turbulencia que detengan un corazón lleno de sueños, capaz de comerse el mundo con tan solo aprender a volar.

 

Frappe de Caramelo

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