Hace poco menos de quince años, tenía la impresión de haberme enamorado, y si lo hice.
Me enamoré de lo que nunca había podido imaginarme.
Me enamore de la paciencia, la serenidad y la casualidad de su presencia.
Me enamoré de sus debates y su manía.
Me enamoré de su pasado, y sus rebeldías.
Me enamoré de su locura de atención.
Me enamoré de sus detalles al azar.
Me enamoré de su molesta forma de querer tener la razón.
Me enamoré de sus absurdas exigencias.
Me enamoré de su ridícula obsesión por combinar las cosas.
Me enamoré de su forma de llamar mi atención.
Me enamoré de sus ojos que iluminan al cielo.
Me enamoré de su forma de puntuar sus acuerdos.
Me enamoré de sus miedos.
Me enamore de sus silencios un poco impacientes.
Me enamoré de su lectura comprensiva.
Me enamoré de su curiosidad.
Me enamoré de su forma determinante de fingir demencia.
Me enamoré de su recuerdo.
Me enamoré 15 años.
Me enamoré para darme cuenta de que …
Frappe de Caramelo